No llevaba mal calzado, pero podía notar cómo el agua empezaba a entrar en las botas, empapando mis calcetines. Lo peor de todo es que no estaba lloviendo, sino nevando. Tenía los pies tan fríos que, a pesar de llevar varias horas caminando, ya no podía ni sentirlos. Al menos las vistas hacían que todo mereciese la pena. Entre las cumbres nevadas se extendía un precioso lago con el agua tan calmada que reflejaba su entorno como si fuese un espejo. En una de sus orillas, se alzaba una casa de piedra que anunciaba el final de la excursión: el Refugio de los Ibones de Bachimaña.
Los refugios de montaña se construyen con el objetivo de dar cobijo a los montañeros. Lo más frecuente es que se encuentren en medio de la naturaleza, donde ni la red eléctrica ni las carreteras pueden llegar. Una no espera demasiados lujos al llegar a un sitio así, por eso me sorprendí gratamente al comprobar que la temperatura en el interior del edificio superaba los veinte grados, el agua de las duchas salía caliente y para cenar había sopa de fideos.
Curiosamente, no se oía ningún generador que indicase que quemaban combustible para producir electricidad, por lo que la tenían que estar consiguiendo de alguna otra manera. No había placas solares a la vista ni molinos de viento, pero una presa retenía el agua del lago. ¿Podría ser que sacasen toda la energía necesaria del agua?
Mario Martínez, uno de los guardas del refugio, solventó todas las dudas:
“La turbina de la presa es el corazón de la casa y genera energía siempre, las 24 h del día los 365 días del año. En verano, que es cuando más energía necesitamos porque el refugio está lleno, hay agua suficiente. En invierno el agua escasea pero también es cuando nosotros necesitamos gastar menos energía en congeladores y neveras. Eso hace a la casa 100% sostenible.”
La construcción del refugio es relativamente nueva y está pensada para que tenga un buen aislamiento. Además, tienen unos disipadores de calor repartidos por la casa que aprovechan la energía sobrante que produce la turbina para calentar el refugio y pueden seccionar la calefacción para evitar que llegue a las habitaciones desocupadas.
En el futuro quieren seguir apostando por la sostenibilidad. Por ejemplo, gracias a la financiación del proyecto LIFE SustainHuts, están implementando una tecnología pionera que les permitirá almacenar la energía sobrante de la turbina en forma de hidrógeno. El fundamento es muy sencillo:
El hidrógeno es un elemento muy abundante en el universo y en estado gaseoso tiene la capacidad de producir electricidad si se combina con el oxígeno. Sin embargo, en la naturaleza no existe libre en esta forma, por lo que hay que obtenerlo de manera artificial. Una posibilidad es aplicar una corriente eléctrica para separar las moléculas de hidrógeno y oxígeno del agua, mediante una reacción llamada electrólisis. Para recuperar la energía, solo hay que utilizar el hidrógeno almacenado y revertir esta reacción.
Esta tecnología es muy respetuosa con el medio ambiente porque el único residuo final que se produce es vapor de agua y el hidrógeno ni es tóxico ni contamina. A su vez, en el caso de este refugio la energía utilizada para la hidrólisis provendría del salto de agua de la presa, por lo que sería totalmente renovable. El principal inconveniente de este gas es que en contacto con el oxígeno es altamente inflamable, por lo que es preciso tomar precauciones en este sentido.
Actualmente, los equipos necesarios para generar y almacenar hidrógeno ya están instalados y se encuentran en periodo de prueba. Según Martínez, el refugio se beneficiará de esta tecnología:
“Cuando la turbina se estropea es cuando nosotros tenemos que empezar a quemar combustible, que es muy caro, contamina y además hay que traerlo en helicóptero. Tenemos unas baterías pero dan energía un tiempo limitado. Gracias al hidrógeno evitaremos quemar combustible cuando no podamos usar la turbina por el motivo que sea. A su vez, el plan es dar hidrógeno a otros refugios para que ellos también lo puedan usar.”
Una vez dentro del saco de dormir, con el cuerpo limpio y caliente, sonreí ante la ironía, pues el agua que antes congelaba mis pies era la que ahora hacía posible mi confort.