Encar García creció en un pequeño pueblo cerca de Barcelona, siempre rodeada de perros, gatos, caballos y cabras. Cuando pensaba en su futuro, sólo podía verse rescatando animales. Estudió biología, se especializó en primatología y trabajó ocho años en el Zoo de Barcelona cuidando, por ejemplo, del famoso gorila llamado Copito de Nieve.
El amor le hizo viajar a Costa Rica, donde echó raíces junto a Sandro Alviani. Él era herpetólogo y compartía con Encar esa pasión por la naturaleza. Juntos, fundaron un centro de rescate de fauna salvaje y disfrutaron de dieciséis años de matrimonio, hasta que Sandro falleció en 2016.
Pregunta: ¿Cómo fueron los inicios del Jaguar Rescue Center?
Respuesta: Enseguida la gente supo que éramos amantes de los animales y que sabíamos cuidarlos. Entonces los vecinos y todo el mundo nos empezó a traer animales que encontraban heridos. Hasta el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE), que es la autoridad que controla la fauna silvestre en Costa Rica, nos traía animales. Ellos no cuentan con un lugar oficial donde tener a los animales.
P: ¿cómo conseguisteis la financiación para cuidar de todos los animales que os iban llegando?
R: Yo llegué a Costa Rica con prácticamente nada y Sandro tenía la propiedad, que es donde creamos el centro de rescate. Ahora tiene dos hectáreas, pero antes era un terreno de 3000 m2 y una casa. Al principio teníamos seis perezosos en el baño y un mono en el comedor. Quisimos hacer una asociación y hablar con el gobierno para pedirle ayuda, pero nunca recibimos un colón. Tengo amistades en centros de rescate en otros lugares del mundo donde el gobierno les da un terreno, pero nosotros hemos tenido que comprar y pagarlo todo sin esta ayuda.
Gracias a que estamos en una zona turística, empezamos poco a poco a recibir visitas. Al principio nos hacían donaciones a voluntad y luego pusimos un precio. Siempre nos hemos ido espabilando de alguna manera.
P: Ahora, ¿cuántos animales y trabajadores tenéis en el centro?
R: Tenemos casi 300 animales, 26 asalariados y unos 20 voluntarios. Hemos crecido mucho. Tenemos el santuario, donde están los animales que no se pueden liberar porque se han electrocutado o han sido mascotas. Por ejemplo, Paco es un mono araña que vivió veintisiete años con una cadena al cuello en un garaje. Estos son los animales que el público puede visitar.
En la parte de atrás, en el bosque, están los animales que tienen que liberarse. Aquí hay animales que vienen directamente del hospital, han pasado por cirugías, y necesitan un tiempo para recuperarse antes de ser liberados. Por aquí nunca pasan los turistas, porque no queremos que se acostumbren a las personas. También tenemos bebés a los que les hacemos un entrenamiento y los tenemos en esta zona para que sean lo más lavajes y liberables posibles.
P: Por conocer algún animal en concreto, ¿es difícil tener animales salvajes, como perezosos, en cautividad? Puede dar la impresión de que, al ser tranquilos, son más fáciles que los monos, ¿esto es así?
R: Para un animal silvestre casi nunca es fácil. Obvio que los perezosos son más manejables que un mono, duermen mucho y socializan menos. Pero, en cuanto a nutrición, son animales muy difíciles, porque son folívoros, tienen cuatro comportamientos estomacales y son fermentadores.
Por ejemplo, cuando alguien rescata a un perezoso, se lo lleva a su casa, le da leche de vaca y luego nos lo traen, sabemos que es un animal que tiene muchas probabilidades de morir. La leche le fermenta y le mata todas las bacterias. Ellos tienen una flora muy característica que es lo que les permite romper la celulosa de las hojas, es todo un reto conseguir que esta flora esté equilibrada. Los antibióticos también se las matan. Cuando tienen diarrea, usamos probióticos. Necesitan comer muchos tipos de hojas diferentes y tenemos a una persona que va todas las mañanas a buscarlas. Ahora tenemos casi 30 perezosos en la enfermería, eso son muchas hojas. Además, en función de dónde ha crecido el perezoso, va a preferir un tipo de hojas u otro.
P: ¿Y qué tal están funcionando las reintroducciones de los perezosos? ¿Les hacéis un seguimiento?
R: Todos los perezosos que liberamos tienen un microchip que podemos leer cuando bajan al suelo. También les pintamos las uñas con un esmalte especial que aguanta mucho y, con los prismáticos, podemos observarles durante bastante tiempo. Además, aquí estamos en el Caribe y mi vecina hace trenzas maravillosas, les ponemos una trenza en su propio pelo con hilos de colores que aguanta hasta 1 año. Así podemos identificar individuos. Salimos a buscarlos al bosque a las 5 de la mañana. Por suerte no tienen un territorio muy grande y, aunque a veces tardan una o dos semanas, suelen volver al mismo árbol.
Liberamos nueve bebés y solo hemos tenido problemas con dos. Este es un resultado buenísimo, porque no son animales adultos que llegan al centro por una lesión, son bebés que hemos criado durante casi tres años. Los tenemos en una instalación grande en el bosque y, durante el último año, se acostumbran a la lluvia y a estar solos en ese ambiente. Estamos supercontentos con el éxito.
P: Para conseguir todo esto, ¿siguen siendo importantes los turistas que os visitan?
R: Claro, el turismo es la única manera que tenemos para sobrevivir.