Desde tiempos inmemoriales el arte siempre ha tenido una gran relación con nuestro entorno. Tan solo hay que pensar en las pinturas rupestres de Altamira, o en todos los siglos de arte asiático en el que se representa la naturaleza con gran belleza.
El medio ambiente ha sido una fuente de inspiración en el arte, aunque en Europa los motivos principales para la pintura y el resto de artes estaban más centrados en otras temáticas. No fue hasta el periodo del Barroco Holandés, en el siglo XVII, cuando artistas como el flamenco Jacob van Ruisdael empezaron a incluir la naturaleza en sus obras.
A raíz de ese movimiento le siguieron muchos otros, como el británico John Constable, el estadounidense Thomas Cole, el neerlandés Vincent Van Gogh o los franceses Monet y Cézanne. Entre todos ellos devolvieron el paisaje, los ríos y lagos a la pintura, aunque siempre desde una perspectiva de mostrar la belleza de la naturaleza, sin ningún afán proteccionista.
Cuando llegaron los convulsos años 60, periodo en el que empezaron las primeras crisis ecológicas, muchos artistas decidieron tomar cartas en el asunto y hacer que su obra fuera algo más que una bella creación humana, concienciando al espectador sobre la importancia del cuidado de la naturaleza.
Así fue como se originó un nuevo estilo de arte, el llamado Arte Ambiental.
¿Qué es el Arte Ambiental?
Este tipo de arte tiene dos vertientes diferentes. Una de ellas trata de instalar o modificar artísticamente el medio ambiente natural, el conocido como Land Art. En su otra vertiente son obras de grandes dimensiones que utilizan el entorno natural para transmitir el mensaje de la obra.
En los inicios de esta corriente artística podían más las ganas por generar impacto que el conocimiento de cómo hacer una obra sostenible, por lo que hubo problemas con el impacto negativo que producían algunas obras al entorno, como ocurrió con creaciones de artistas como Christo, cuando envolvió temporalmente la costa de Little Bay, al sur de Sídney, Australia, en 1969, causando problemas a la fauna local; o Robert Smithson, que con su obra Spiral Jetty (1969) implicó un daño permanente al paisaje que intervino al usar maquinaria pesada para remover la tierra.
Por supuesto, de estas acciones aprendieron el resto de artistas, siendo mucho más cuidadosos a la hora de crear sus obras de arte en la naturaleza.
Artistas ambientales como el escultor australiano John Davis y el escultor británico Andy Goldsworthy, dejan el paisaje sobre el que han actuado sin daño alguno, incluso volviendo a cubrir de vegetación autóctona tierras que habían resultado dañadas por el uso humano, suscitando una sensibilidad hacia el entorno con sus obras.
Otro ejemplo es el del escultor holandés Herman de Vries, que construye obras con elementos naturales traídos de distintas partes del mundo para resaltar la biodiversidad del planeta.
Posiblemente la obra ambiental más conocida de finales del siglo XX fue 7000 oaks (7.000 robles), una protesta ecológica creada por Joseph Beuys en 1982, en la que el artista y sus ayudantes reforestaron áreas contaminadas con 7.000 robles. Registraron todo el proceso para presentarlo en el festival de arte Documenta.
En España, uno de los centros más importantes de arte ambiental es el Museo Vostell Malpartida, situado en Cáceres. En el entorno natural de los Barruecos puedes encontrar diferentes obras creadas por Wolf Vostell, uniendo arte y naturaleza en algunas de sus obras, como por ejemplo VOAEX (Viaje de Hormigón por la Alta Extremadura).
En cuanto a artistas nacionales, Eduardo Chillida siempre ha jugado con el entorno a través de sus esculturas, como en las obras el Peine del Viento o el Elogio del Horizonte, donde las obras interaccionan con los elementos naturales, dándole una nueva dimensión al entorno.
El canario César Manrique fue pionero en la intervención del paisaje para fomentar su conservación, así como siendo activista para proteger la isla de Lanzarote de la especulación inmobiliaria y de la modificación indebida del entorno.
Artistas de la basura
Hay artistas que han expresado su conciencia sostenible sin necesidad de interactuar con el paisaje, sino mediante los materiales que utilizan para sus obras, muchas veces reutilizando y reciclando materiales de desecho.
Marcel Duchamp fue uno de los artistas que más defendió el reciclaje como herramienta artística y uno de los pioneros en utilizar materiales cotidianos o residuos en sus obras, dándole a objetos cotidianos el carácter de arte al exponerlos en los museos.
El catalán Antoni Tàpies también fue uno de los primeros artistas en usar objetos cotidianos en sus obras, como muebles, ropa, complementos, ... Además, al no fijar sus obras, éstas se van degradando, mostrando así el efecto del paso del tiempo en sus creaciones.
Los materiales reciclados o naturales también han servido para que artistas como Agnes Denes desarrollen su Living Pyramid en Nueva York, o para crear un inmenso reloj a base de hielo de icebergs, como realizó el artista Olafur Eliasson durante la celebración de la COP21 en París con su obra Ice Watch, de 2014. En la mítica Place du Panthéon instaló doce bloques inmensos de hielo para alertar sobre la urgencia de actuar ante el cambio climático.
Incluso hay personas comunes que se convierten en artistas por su afán de crear una gran obra, como es el caso de Justo Gallego, el fiel religioso que decidió construir una catedral con elementos reciclados tras su milagrosa recuperación de la tuberculosis. Trabajó durante 50 años en la conocida como Catedral de Justo, situada en Mejorada del Campo, Madrid, hasta su fallecimiento. Hoy en día continúa con la construcción de esta peculiar catedral la fundación Mensajeros de la Paz.
Eventos y movimientos sostenibles
Con el auge de la sostenibilidad y del reciclaje en el arte han surgido diferentes eventos y movimientos para explorar esta forma de expresión artística.
En 2001 surgió el colectivo Basurama, que se dedica a la investigación y producción cultural derivada de la producción masiva de basura, estudiando todos los ciclos de la producción industrial para encontrar qué residuos se producen y qué se puede hacer con ellos, desde un punto de vista artístico, a través de talleres, ponencias, conciertos y publicaciones. En toda su existencia han realizado más de 100 proyectos en cuatro continentes, y tienen su base en Madrid.
El Madrid Design Festival es otro ejemplo de cómo un festival centrado en el diseño amplía su radio de acción para englobar las prácticas sostenibles en el mundo del diseño, a través de diferentes propuestas en las que concienciar sobre la economía circular y el reciclaje de las basuras generadas.
Cada vez es mayor la conciencia ecológica y sostenible en el mundo del arte, así como en otros sectores. Tan solo hay que dejarse inspirar por estos artistas para aprender a hacer un mundo mejor y más hermoso gracias al arte sostenible.