En Cantabria (España), se encuentra una de las cuevas más especiales para la humanidad, pues durante el Paleolítico estuvo frecuentada por gente que pintó bisontes, ciervos, jabalíes, mamuts y caballos. Pero hace 13.000 años hubo un desprendimiento que dejó la entrada taponada, separando durante milenios a las pinturas del ser humano.
En todos los años que estuvo aislada se produjo un deterioro de las pinturas por causas naturales. Esto es lo normal, ya que los pigmentos fueron aplicados directamente en el techo mezclados con agua y el agua que se infiltraba en la roca los iba lavando en un proceso irreversible e imparable. Si se impermeabilizara la roca donde se encuentran las pinturas, estas se secarían por completo y el pigmento precipitaría.
El agua es a la vez su salvavidas y su condena. Los humanos en eso nos parecemos un poco al agua. Tenemos una gran capacidad de acción, tanto para destruir como para proteger.
Volvimos a entrar en la cueva en 1868, cuando fue descubierta por un lugareño llamado Modesto Comillas. Este hallazgo fue muy importante porque hasta entonces no se conocía en Europa ningún lugar con arte rupestre Paleolítico. Además, las pinturas se encontraban en un estado de conservación magnífico para haberse realizado hacía tantos años.
Sin embargo, no fue hasta 1924 cuando el interior de la cueva se adecuó para las visitas. A partir de ese momento, su valor como obra de arte y como testimonio arqueológico se realzó. Altamira se convirtió en un referente, pues a penas existían obras tan completas y bien conservadas. Pero había un problema. Las visitas a la cueva eran masivas y no se hacía un estudio de su impacto. Más de 3000 personas visitaban la cueva a la semana.
Aunque no se toquen las pinturas, la mera presencia de humanos en el interior de la cueva cambia las condiciones ambientales. La cueva está de normal a 13,8ºC, por lo que nuestro cuerpo, que está a 37ºC, eleva la temperatura. Además, aumentamos la cantidad de CO2 e introducimos microorganismos.
Todos estos cambios podrían no tener ningún efecto en las pinturas, pero también podrían ser catastróficos. En 1979, la cueva de Altamira se cerró por primera vez porque se detectó una decoloración en una cierva. Durante los cinco años que estuvo cerrada, se hizo un estudio científico para entender qué parámetros afectaban a su conservación. Cuando se permitió de nuevo el acceso, se limitaron las visitas a 200 personas por semana.
Durante los siguientes veinte años, bajo este régimen de visitas no se observó ningún daño en las pinturas. Además, en 1985 Altamira se declaró finalmente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, lo que favoreció aún más su protección.
Pero de nuevo, en 2002 la cueva se cerró porque se detectaron varias manchas verdes de microorganismos. Se llevó a cabo un segundo estudio científico que concluyó que lo más recomendable para garantizar la conservación de las pinturas era cerrar la cueva al público. Para saciar el interés de los turistas que se acercaban a Cantabria para ver las pinturas, se construyó el museo y la neocueva de Altamira, una réplica de la cueva original.
Finalmente, en 2012 el Instituto del Patrimonio Cultural de España inició otra fase de estudios con el objetivo de reevaluar el impacto de la presencia humana en la conservación de la cueva y sus pinturas rupestres. En este caso, la conclusión fue que la entrada de turistas en la cueva no afectaba a las pinturas rupestres siempre y cuando se hiciesen de forma muy controlada y con las medidas de precaución necesarias.
Hicieron unas visitas experimentales y comprobaron que el incremento de la temperatura se revertía en 2 horas, las concentraciones de CO2 en 8 horas y no se producía un aumento de microorganismos en el aire. Ante estos resultados, en 2015 se abrió de nuevo el acceso a la cueva y actualmente entran cinco personas con un guía a la semana.
Gracias a estos estudios, se ha podido avanzar en el camino que permite conservar, conocer y disfrutar de Altamira. Así como se controlan los recursos naturales, también es necesario controlar los recursos culturales. La única manera posible de hacer turismo, es de una manera sostenible. Dejemos que sea solo el agua la que, dentro de miles de años, lo acabe borrando todo.