La expresión humana a través del arte siempre ha estado muy relacionada con el medio ambiente. En este artículo vamos a hacer un viaje por toda la historia de la humanidad para conocer cómo se ha ido desarrollando el arte en relación con el medio ambiente y la sostenibilidad, una historia apasionante que desvela muchos detalles sobre cómo percibimos el mundo y cómo nos relacionamos con él.
Ya en los albores de nuestra historia, en el Paleolítico, hubo artistas pioneros que usaban pigmentos naturales como el óxido de hierro, la arcilla y el carbón para representar animales y figuras humanas en las paredes de las cavernas.
Este incipiente arte, que se cree que tenía algún tipo de función ritual o religiosa, lo podemos encontrar en algunas de las cuevas más representativas del paleolítico, como Chauvet, Altamira y Lascaux. Todas ellas están cerradas al público por motivos de conservación, aunque cuentan con réplicas donde se reproducen todas las pinturas para que podamos disfrutar de este arte rupestre.
Algunas, como la cueva de Altamira, en Cantabria, tiene decenas de bisontes en el techo pintados con tanto mimo y detalle que le vale el sobrenombre de la "capilla Sixtina del arte prehistórico".
El descubrimiento de la agricultura supuso el desarrollo de las primeras grandes civilizaciones, como la de Mesopotamia, dando paso al periodo histórico del Neolítico.
Los artistas comenzaron a crear obras más elaboradas y, además de pintar, también creaban esculturas y objetos de cerámica, dando paso a una nueva forma de arte.
De nuevo, los motivos más recurrentes eran la naturaleza y los animales, al que se añade un afán de reflejar las escenas cotidianas de la vida en la comunidad. Por supuesto, no hay ninguna intención conservacionista, pues en aquella época no había ese tipo de conciencia al creer que el entorno nunca se acababa.
Los siglos fueron transcurriendo y, poco a poco, el arte fue evolucionando en cuanto a nuevos soportes, como por ejemplo los papiros del Antiguo Egipto, o los grabados chinos en tinta. A las representaciones de animales, figuras humanas y costumbres se añaden los motivos paisajísticos como forma de apreciar su belleza.
La época clásica, con el apogeo de la antigua Grecia, supuso el inicio de la idealización de la naturaleza. Así, sabios como Platón y Aristóteles filosofaron acerca de qué significaba el arte, llegando a conclusiones diferentes ante la inclinación humana de imitar lo que es visible, también conocido como mímesis.
Platón decía que el arte era doblemente falso por tratar de imitar la falsedad que en sí misma era la realidad. En cambio, Aristóteles pensaba que imitar la naturaleza era el fin último del arte.
Dos puntos de vista diferentes que dieron pie a que la tendencia en la antigua Grecia, y también en el Imperio Romano, fuera observar la naturaleza como la máxima expresión de la belleza y la perfección, considerando que el arte debía seguir esos valores como bases de sus principios.
Esta idea fue tan fuerte que definió los principios artísticos de prácticamente toda la historia del arte occidental.
Además de asentar las bases filosóficas del arte, la época clásica supuso el comienzo en el uso de materiales muy duraderos para realizar las piezas artísticas, como el mármol y el bronce, ya que había una intención en que estas obras durasen muchos años.
La sensibilidad por la sostenibilidad no empezaría a aparecer hasta la cumbre del imperio Romano, cuando personalidades como Plinio el Viejo comenzaron a interesarse por el aprovechamiento de los recursos y el impacto de la actividad humana en el entorno. Para conocer más sobre la sostenibilidad en el antiguo Imperio Romano, puedes leer este artículo.
Tras la caída del Imperio Romano llegó la Edad Media, una época donde el arte reflejaba en gran medida la relación del ser humano con su entorno natural.
El arte religioso, que era el más común en la Edad Media, a menudo presentaba escenas bíblicas que incluían paisajes, plantas y animales como una forma de expresar la relación de Dios con la creación. En muchos de los manuscritos medievales se pueden encontrar ilustraciones de animales, plantas y escenas de la vida rural, a veces incluso ilustrando un mundo de sueño y fantasía, como ocurre en los cuadros de El Bosco.
A partir del año 1300 surgió en Italia una nueva forma de entender el arte y la vida, el Renacimiento. Esta época, marcada por una vuelta a los valores e ideales de la Grecia y Roma clásicas, supuso un renovado interés por la naturaleza y por la incipiente observación científica.
Esto dio lugar a la creación de paisajes muy detallados y realistas en la pintura, así como a figuras humanas de gran calidad en la escultura.
Artistas del Barroco como Jan Brueghel el Viejo, Claude Lorrain o Jacob van Ruisdael se caracterizaron por el excelente uso de la luz y el gran detalle de sus paisajes, suponiendo todo un paso adelante en cuanto a calidad artística, además de consolidar el estilo pictórico de los paisajes.
El interés por la sostenibilidad en el Renacimiento surgió ante la necesidad de escoger materiales duraderos y bellos como soporte para las obras de arte, ya que se quería que estas durasen muchos siglos.
La llegada del Romanticismo en el siglo XVIII marcó el inicio de percibir la naturaleza como un ser vivo y místico, lo que se reflejó en todas las formas de arte, desde la pintura hasta la música y la poesía.
Esta mayor sensibilidad ante el entorno dio lugar a los fundamentos del arte ambiental, en el que se empezó a gestar la conciencia de la protección del entorno, como respuesta al impacto que estaba generando la incipiente Revolución Industrial.
Surgen obras que adoran la belleza de la naturaleza, además de representar la injusticia y la desigualdad ambiental a través de imágenes de destrucción y contaminación.
Este acercamiento de la pintura a la sostenibilidad sería ya una constante en el arte pictórico, plasmando el interés por aprovechar los recursos naturales y disfrutar de las maravillas de la naturaleza. Ejemplo de esto último son los cuadros de John Constable, donde el cielo cobra una nueva dimensión.
El siglo XX es el siglo de la tecnología, lo que supuso una transformación en la mirada de los artistas gracias a los efectos de la fotografía y del cine. Imitar la naturaleza, intentando alcanzar su belleza ya no era suficiente, pues las nuevas herramientas permitían hacer este trabajo sin esfuerzo.
Había que buscar más allá, con acciones que se apropiaran de la misma naturaleza, como ocurrió con el Land Art, o para convertirla en materia prima del propio arte. Estas nuevas corrientes artísticas, donde el concepto prevalece sobre la estética, reflejan la preocupación por la conservación del medio ambiente, con la creación de obras que criticaban la explotación y el abuso de los recursos naturales.
Estas obras tienen una intención de concienciación, dándole una nueva dimensión al arte más allá de la estética y la calidad técnica.
En nuestros días, el siglo XXI, el arte sigue siendo un medio para abordar y reflexionar sobre la relación entre los seres humanos y el medio ambiente.
El cambio climático y la degradación ambiental son temas recurrentes en el arte contemporáneo, y muchos artistas están comprometidos tanto con el mensaje de sus obras como con los materiales que utilizan, buscando crear arte sostenible, que genere impacto positivo tanto en los planos sociales como ambientales.
La creación artística ha reflejado nuestra relación con el entorno a lo largo de la historia, y siempre lo reflejará. Es la forma más humana de transmitir nuestros sueños, deseos, sentimientos e ideas, buscando dejar constancia del momento que estamos viviendo.