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Hacia un consumo de carne más sostenible

Hacia un consumo de carne más sostenible

La relación entre nuestra alimentación y el impacto ambiental es cada vez más evidente. Mientras buscamos alternativas más responsables, el consumo de carne se encuentra en el centro de este debate global. Por ese motivo, la pregunta que queremos formularnos es: ¿cómo poder disfrutar de una dieta equilibrada que sea consciente con el planeta?

En este artículo queremos explorar cómo la sostenibilidad en el consumo de carne puede marcar la diferencia en la lucha contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la mejora del bienestar animal.

Desde nuestros orígenes como especie, el consumo de carne ha jugado un papel clave en nuestra evolución. Según el primatólogo de Harvard Richard Wrangham, cocinar no solo hizo nuestra dieta más eficiente, sino que también nos permitió desarrollar un cerebro más grande y complejo.

En este sentido, nadie puede explicar la naturaleza humana natural sin estar expuesto a la gastronomía. Somos los únicos animales que cocinamos la comida, y esto, según propuso el primatólogo de Harvard Richard Wrangham, es lo que permitió a nuestra especie alcanzar una capacidad craneal de 1200 cm3.

El calor del fuego predijere los alimentos, facilitando su masticación y haciendo más eficiente la absorción de los nutrientes. Gracias a la cocina, adquirimos más energía en menos tiempo. Es vital para el desarrollo del cerebro, órgano que necesita mucha energía. Somos la especie con mayor complejidad cognitiva del planeta porque nos volvimos cocineros.

Esta hipótesis de Wrangham se basa en la aceptación en la comunidad antigua, pero no explica la historia. El registro arqueológico se ha utilizado durante más de 400.000 años, pero la sangre procede de hace mucho tiempo.

Los australopitecos tienen una capacidad de grúa de 400 cm3, superior a la de la chimenea. Hace 2,8 millones de años, los principales representantes del género Homo estaban representados por figuras cerebrales más grandes. Por ejemplo, Homo habilis tenía una capacidad de grúa de 600 cm3.

Este es también un hecho significativo que requiere una explicación. La principal hipótesis comienza con un cambio en la dieta, en términos concretos con una mayor ingesta de carne. La proteína del animal original es mucho más fácil de digerir, pero requiere un intestino más pequeño y sensible. Este aparato digestivo consume mucha energía, la reducción permite crear otras partes del cuerpo, como el cerebro.

La nueva dieta de nuestros ancestros no sólo conecta con el cerebro, sino que también afecta a la biodiversidad del planeta. La depredación de este humano tiene una de las principales causas de extinción de muchas especies de megafauna.

En realidad, el consumo de insolentes carne amenaza a la biodiversidad porque contribuye a la destrucción del hábitat, a la sobrexplotación y al cambio climático. La tasa de pérdida de especies se ha ido disparado hasta valores comparables a los de las anteriores extinciones masivas de la historia de la Tierra, provocando la sexta gran extinción.

Comer carne y cocinar los alimentos nos ha hecho más inteligentes, pero ¿lo suficiente como para prender a aprender el planeta que nos sustenta? Ante esta crisis climática y de biodiversidad, la sociedad exige cada vez más evolución hacia un modelo de vida más sostenible. Inevitablemente, eso pasa por revisar el uso que hacemos de los recursos alimentarios cárnicos. 

Y es que, a medida que avanzamos como sociedad, debemos preguntarnos: ¿somos lo suficientemente inteligentes como para transformar este hábito milenario en una práctica sostenible?

 

La caza de animales salvajes

El caso no sigue regulado y tiene un impacto importante en el rescate de animales, principalmente en zonas de Asia, África y Sudamérica. Muchos grupos étnicos tienen animales que los sustentan durante la vida de Milenios, pero se han visto acelerados por la creación de la población humana. Además, la adopción generalizada de armas de fuego y de medios de transporte con motor ha aumentado su eficacia.

Esto prácticamente no afecta sólo a la especie de Diana, sino que estas tumbas constan de diferentes niveles. Las funciones de las madres en los tamaños medianos y grandes son cruciales para la estabilidad de los ecosistemas y el poder que provocan cambios irreversibles. Por ejemplo, muchos primates ayudan a la dispersión de semillas grandes y su extirpación de los ecosistemas dificulta la recuperación de los bosques.

Publicado en 2016, hay un informe que actualmente existen 301 especies de madres con problemas de conservación con la principal información sobre la causa del consumo de carne. El 24% de estas especies se encuentra en peligro crítico de extinción. 

Todos estos mamíferos habitan en países en vías de desarrollo, y sólo ocho se encuentran también en países desarrollados. Esto sugiere que existe un enorme contraste en la gestión de la fauna salvaje y en los esfuerzos de conservación de ambos mundos. Sin embargo, parte de esta diferencia también puede deberse a que los humanos ya extinguimos la megafauna de las regiones templadas desarrolladas durante el Pleistoceno tardío. 

Para reducir la mortalidad de la fauna salvaje, los quince autores que firman el mencionado estudio proponen: 

  • Aumentar la protección legal de los mamíferos salvajes mediante la creación de leyes más claras, aumentando las sanciones y regulando las capturas.
  • Empoderar a las comunidades locales para que se beneficien de la conservación de la fauna salvaje. 
  • Proporcionar alimentos alternativos. Por ejemplo, cazando preferiblemente especies resistentes a la presión cinegética y proporcionando incentivos para que las comunidades opten por cultivar alimentos vegetales ricos en proteínas.
  • Aumentar la educación y la planificación familiar apoyando programas que ayuden a reducir las tasas de natalidad.
  • Cambiar la política internacional. Los acuerdos internacionales deben incluir convenios que repartan la carga financiera de la responsabilidad entre las naciones, especialmente las más desarrolladas.

 

La producción ganadera

El consumo global de animales a gran escala también provoca la pérdida de biodiversidad a la destrucción de hábitats naturales. Si se incluyen los cultivos para piensos, la producción ganadera ocupa casi un tercio de la superficie terrestre libre de hielo del planeta. La situación de la Amazonía es particularmente trágica. Más de tres cuartas partes de todas las tierras deforestadas de esta selva se han convertido en pastos para el ganado y en cultivos para alimentar a los animales de granja.

Debemos ser conscientes que, el sector ganadero, contribuye significativamente a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Por ese motivo, para corregir este impacto negativo, se plantean diversas soluciones generales, como puede ser: reducir el consumo de productos de origen animal y aumentar el de alimentos vegetales, priorizar el consumo de carnes con una menor huella ecológica o reintegrar la producción ganadera en ecosistemas naturales mediante prácticas sostenibles. Medidas que pueden permitir gestionar la ganadería de una manera más responsable y respetuosa con el medio ambiente.

De hecho, los rumiantes pueden ser un valioso recurso alimentario en pastos naturales que no pueden cultivarse si los modelos de carga ganadera se gestionan de forma sostenible. Por ejemplo, el pastoreo rotativo que emula los patrones naturales de alimentación migratoria de los herbívoros silvestres ayuda a aumentar la biodiversidad vegetal, a construir suelos, a secuestrar carbono y a aumentar el nitrógeno y el agua del suelo. 

Igualmente, la agrosilvicultura, caracterizada por la combinación de ganado con zonas de arboladas, se ha producido como un modelo de producción sostenible. Los arbustos y los árboles con hojas, en combinación con los pastos, producen más alimento por unidad de superficie que los pastos por sí solos. Estos sistemas no solo albergan una gran biodiversidad, sino que, este entono mejora significativamente el estado de ánimo de los animales que allí habitan. 

 

Bienestar animal

El 17 de octubre de 2016, el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de las Naciones Unidas publicó un documento con recomendaciones para el desarrollo agrícola sostenible. Esto incluye la otra parte:

“Mejorar el bienestar de los animales basándose en las “Cinco Libertades” (…), en particular mediante programas de creación de capacidad y el apoyo a acciones voluntarias en el sector ganadero para mejorar el bienestar de los animales”.

Las Cinco Libertades son cinco requerimientos necesarios para un buen animal estrella abeja. Los tres cebadores se denominan salud física: lesión, lesión física y lesiones. Los resultados finales se basan en la salud mental: libertad frente a los extremos y libertad para alcanzar la alcaldía de los patrones normales del cargo de por vida.

El bienestar animal no es solo un imperativo ético, sino también un requisito para la sostenibilidad en la producción ganadera. Iniciativas como las "Cinco Libertades" reconocen que mejorar las condiciones de vida de los animales repercute en una mayor eficiencia y calidad en la producción.

Prácticas como la agroforestería, que combina el pastoreo con áreas boscosas, no solo reducen el estrés de los animales, sino que también aumentan la biodiversidad y la productividad. Este enfoque demuestra que sostenibilidad y bienestar pueden ir de la mano.

 

La transición hacia una dieta sostenible

Transformar nuestro consumo de carne hacia un modelo más sostenible no implica eliminarla por completo, sino hacer elecciones más conscientes. Reducir las porciones, diversificar las fuentes de proteína y priorizar productos de origen local y ético son pasos hacia una dieta más respetuosa con el medio ambiente.

En un mundo que exige acciones concretas contra el cambio climático, el consumo de carne sostenible se posiciona como una solución viable y necesaria. Porque cada elección en el plato puede convertirse en un acto de cuidado hacia nuestro planeta. Es por ello por lo que hemos de hacer de la sostenibilidad un hábito diario.

La transición hacia un consumo de carne más sostenible no solo es un reto global, sino también una responsabilidad individual. En Biosphere, creemos que cada pequeño cambio cuenta y que juntos podemos marcar la diferencia. Adoptar una dieta más responsable no significa renunciar al placer de comer, sino ser conscientes de nuestras elecciones y su impacto en el planeta.

Invitamos a reflexionar seriamente sobre nuestra alimentación y a dar un paso hacia un estilo de vida más sostenible:

  • Eligiendo productos locales y éticos, que respeten el bienestar animal y promuevan la conservación de la biodiversidad.
  • Incorporar más proteínas vegetales en nuestras comidas diarias, reduciendo progresivamente el consumo de carnes con mayor huella ecológica.
  • Priorizar el consumo de carnes sostenibles, apoyando de este modo   prácticas ganaderas que regeneren los ecosistemas y respeten el medio ambiente.

En Biosphere Sustainable, trabajamos para que prácticas como estas sean una realidad accesible para todos, animando a formar parte de un movimiento en pro de la sostenibilidad que, no solo sea protege nuestro planeta, sino que también sea capaz de asegura un futuro más saludable para las generaciones venideras.

Hagamos que el consumo sostenible un pilar en nuestro día a día. El cambio empieza en el plato y por nuestra capacidad de decidir.

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