Los egipcios fueron los primeros en fabricar una especie de protector solar a base de aceite de oliva, pero fue a finales del siglo XIX cuando se iniciaron las investigaciones científicas sobre la protección solar.
Tras el descubrimiento de diferentes compuestos que filtraban la radiación ultravioleta, en 1928 se comercializó por fin el primer protector solar.
Desde que los humanos perdimos el pelo y nuestra piel se expuso a la luz solar, hemos tenido que protegernos, ya sea tapándonos con ropa, utilizando pinturas o con arcilla. La exposición breve a la radiación UV tiene efectos terapéuticos porque favorece la producción de vitamina D, pero las exposiciones prolongadas pueden provocar graves daños, como el envejecimiento cutáneo, las quemaduras o el melanoma.
Hoy en día, cada vez hay más conciencia en todo el mundo sobre los riesgos asociados a la exposición solar. Además, el turismo costero y marino es el sector de mayor crecimiento de la industria turística mundial. Como consecuencia, los productos de protección solar aumentan cada año el número de ventas en todo el mundo, especialmente en los países del Mediterráneo occidental. Por tanto, es importante que nos planteemos si la crema de sol genera algún impacto medioambiental.
¿Cuáles son los componentes de la crema de sol?
Una crema de sol es cualquier producto cosmético que contenga en su formulación filtros de radiación ultravioleta (UV) que eviten o minimicen los daños que la luz causa sobre la salud humana. Por lo tanto, los principales componentes de las cremas de sol son los filtros UV.
Existen dos tipos de filtros UV: los filtros orgánicos y los inorgánicos. Al principio sólo se utilizaban los filtros UV orgánicos pero, en 1993, la compañía L'Oreal patentó por primera vez el uso de nanopartículas de óxidos metálicos. Actualmente, dentro de los filtros inorgánicos solo están permitidos el dióxido de titanio (TiO2) y óxido de zinc (ZnO).
Las cremas solares suelen contener uno o varios de estos filtros UV, ya que la combinación mejora la protección al ampliar el espectro. Además, también suelen contener otros componentes como espesantes y emulsionantes, que mejoran la consistencia de la crema.
Daños a la vida marina
Cada año, 25.000 toneladas de crema solar llegan a los océanos, pues al menos el 25% de los protectores solares que se aplican sobre la piel acaban vertiéndose al océano durante las actividades acuáticas recreativas.
Aunque aún falta información sobre cómo los compuestos de las cremas solares repercuten en el medio ambiente, ya existen evidencias de que se acumulan en los animales, causándoles distintos daños.
Un estudio publicado en 2020 por Journal of Environmental Management encontró filtros UV en tres especies de peces de las costas de las Islas Canarias. Al igual que ocurre con los microplásticos, estos compuestos pueden acumularse en los alimentos que comemos cada día y llegar a nuestra sangre. Se han encontrado estas sustancias incluso en huevos de aves silvestres, lo que quiere decir que la madre ha transferido el contaminante a su puesta.
En concreto, dos tercios de los 1.300 productos de protección solar disponibles en el mercado contienen sustancias químicas nocivas para el medio ambiente. Principalmente se trata de filtros UV orgánicos, porque son sustancias que, debido a su naturaleza, se acumulan fácilmente en los tejidos de los animales. Estos pueden inducir cambios hormonales e incluso la muerte.
Los daños de los filtros UV inorgánicos han sido menos estudiados, pero ya hay indicios de que interactúan con los organismos acuáticos de distintas maneras:
El TiO2 altera el crecimiento celular de las microalgas y produce altas concentraciones de agua oxigenada (H2O2) que provoca daños en las membranas celulares de los microorganismos. También se sabe que causa mortalidad en algunos animales como los camarones y perjudica el crecimiento de los erizos de mar. A su vez, el ZnO mata al zooplancton y produce el blanqueamiento irreversible de los corales.
¿Qué podemos hacer?
En los últimos años, han aumentado las investigaciones sobre protectores solares con fórmulas respetuosas con el medio ambiente, y ya han salido al mercado los primeros productos. Como consumidores, tenemos el poder de influir en cómo se hacen las cosas apoyando este tipo de iniciativas.
Conocer el impacto de un producto por sus ingredientes es complicado. Por eso están surgiendo iniciativas como el “Green Impact Index”, una clasificación de la A a la D sobre el impacto social y medioambiental de los productos cosméticos, de salud y bienestar.