Amanece en las montañas Virunga. Los primeros rayos de sol tiñen de rojo la tenue neblina que avanza por el valle. Cubiertos por una densa selva, los grandes y viejos volcanes ofrecen cobijo a una de las criaturas más fascinantes de nuestro planeta: los gorilas de montaña.
Esta es la imagen que con frecuencia nos llega de África, la de una vasta extensión de naturaleza salvaje donde la belleza y los animales exóticos gobiernan el continente. En cambio, la realidad es que actualmente en muchos países africanos predominan las tierras agrícolas y las zonas urbanas. Así, el desarrollo invade cada vez más los espacios naturales que nos muestran en los documentales.
Ruanda es uno de los países más pobres del mundo y con mayor densidad de población. Las zonas adyacentes al Parque Nacional de los Volcanes, donde viven varios grupos de gorilas, superan las 1000 personas por km2. La mayoría de ellas dependen de la agricultura, lo que expone al parque a graves presiones por parte de las comunidades adyacentes que buscan recursos para sobrevivir.
En los años 70 y 80, la caza furtiva y la destrucción de hábitat llevó a los gorilas de montaña al borde de la extinción, quedando menos de 300 individuos. De haber seguido así, probablemente hoy día ya no habría criaturas fascinantes cobijadas en la densa selva de los viejos volcanes. Sin embargo, desde entonces su población ha ido en aumento y en 2018 se contaron 1063 ejemplares. Esta recuperación solo ha sido posible gracias a que los esfuerzos de conservación han contado con un potente aliado: el turismo.
En 1978, el Parque Nacional de los Volcanes carecía de una estrategia turística. Por ejemplo, la tarifa para ver los gorilas era de tan solo 5 dólares. Tras estudiar los sectores turísticos de otros países como Kenia, los líderes ruandeses se dieron cuenta de que era mejor llevar a cabo un turismo de alta gama, caracterizado por precios caros y un menor volumen de visitantes. Los gorilas de montaña resultaron ideales para este modelo, ya que son escasos, de difícil acceso y requieren precaución. Por tanto, aumentaron las tarifas en múltiples ocasiones, llegando a superar actualmente los 1000 dólares por persona. El sector turístico de Ruanda se ha convertido en la mayor fuente de ingresos del país, generando alrededor de 200 millones de dólares anuales. Aun así, de nada sirven estos ingresos si las comunidades adyacentes al parque se comen una parte ínfima del pastel. La única forma de atajar los problemas de conservación más importantes es que la gente local obtenga más beneficios con el turismo de los que podría conseguir extrayendo recursos del parque. Por eso, en 2005 el gobierno de Ruanda puso en marcha un plan de reparto de ingresos con el objetivo de compartir con las comunidades el 5% de las ganancias del parque. Desde entonces se han construido colegios, centros de salud y tanques de agua que han mejorado la calidad de vida de la gente.
No obstante, la efectividad del plan de reparto de ingresos en la conservación es actualmente objeto de debate. Más de una década después, las actividades ilegales y la caza furtiva han disminuído, pero continúan siendo una amenaza para los gorilas. Los sectores más pobres de la población siguen marginados y apenas conocen la existencia del reparto de ingresos. Consideran que solo el gobierno se beneficia del turismo, lo que indica que hay un eslabón perdido en la conceptualización del plan y su ejecución. Entre otras cosas, el plan parece tener retos asociados a limitaciones estructurales y políticas, intereses contrapuestos entre diferentes organizaciones y corrupción.
Por último, no nos podemos olvidar del papel que juega el propio turista en la conservación de los gorilas. La mayoría de los parques siguen unas directrices internacionales que se establecieron para minimizar el riesgo de transmisión de enfermedades y evitar el estrés de los gorilas. El número de turistas por grupo no debe ser superior a ocho, las horas de observación están limitadas a una y se debe dejar un espacio mínimo de siete metros entre el turista y el gorila.
Por desgracia, en la práctica estas medidas no se acatan siempre como deberían. Un estudio encontró que de los vídeos que los turistas subían a internet mostrando su experiencia, en el 40% los humanos se encontraban a menos de un metro de los primates. Como resultado, la población de gorilas de las montañas de Virunga ha sufrido varias epidemias respiratorias procedentes de los humanos que han puesto en riesgo su conservación. Es de crucial importancia que los turistas entiendan la responsabilidad que conllevan sus prácticas y cumplan las normas establecidas.
El camino hacia la sostenibilidad no es fácil, y requiere que todas las partes involucradas jueguen limpio. A pesar de que el plan de turismo de los gorilas no es perfecto, actualmente se considera un ejemplo a seguir dado el éxito que está teniendo para su conservación. Sin ir más lejos, en 2018 la IUCN cambió su estatus de conservación de especie en peligro crítico de extinción a especie en peligro. Aún queda mucho por mejorar, pero vamos por buen camino.